lunes, 20 de abril de 2015

JUEGOS

 En general, los juegos comunes entre los mames varones son el basquetbol y el futbol. A su vez, los niños en edad escolar juegan de varias maneras con canicas. Dibujan una raya en el suelo, se alejan de ella por lo menos cinco metros y desde ese punto los jugadores lanzan su canica hacia la raya tratando de colocarla sobre ella. La distancia en que quedan las canicas de la raya indica los turnos entre los competidores. Enseguida, el primer turno intenta chocar su canica con la del rival; si falla, cede su turno al siguiente hasta que salga un ganador. El juego de los hoyitos consiste en abrir tres hoyos pequeños en el suelo en línea recta. Los jugadores deben colocar sus canicas dentro de ellos. El que no la inserte queda eliminado automáticamente. 


Otro juego consiste en trazar una lí- nea en espiral en el suelo. En el centro se coloca un tepalcate. El jugador, con una pierna doblada hacia atrás, arrastra con el pie de apoyo el tepalcate hasta sacarlo del caracol. Si el tepalcate alcanza a tocar la línea, el jugador ya no sigue participando. El juego de “tipachas” consiste en que los jugadores, mediante unos discos de unos cinco centímetros de diámetro, elaborados con cera de abeja y llamados tipachas, intentan darle vuelta a la tipacha del contrario. El que lo logra embarga la tipacha del rival. Algunos han reinventado el juego apostando dinero en lugar de llevarse la tipacha del oponente. 


A veces los jugadores ocultan dentro de la tipacha objetos planos y pesados para que sea más difícil darle la vuelta. Inclusive creen que esconder una pata de gavilán o águila disecada debajo de las axilas les traerá suerte. Durante las festividades de Semana Santa le piden suerte a San Simón, conocido en el área como Maximón. Los juguetes más populares son los yoyos y los trompos hechos de la semilla de roble o elaborados artesanalmente de madera en Belisario Domínguez. 


También se entretienen con juguetes de madera elaborados en forma de coches o en forma de animales. Las niñas participan más en juegos de comida, a las escondidas y a uno que llaman yax (parecido a la matatena), que consiste en levantar pequeñas piedras del suelo y al momento de aventar una al aire sin dejarla caer levantan una piedra, luego dos, tres y así sucesivamente.



RELATOS DE TRADICIÓN ORAL 


Como afirmamos antes, el pueblo mam de Chiapas goza de un amplio repertorio de narraciones que hablan de su experiencia de vida cotidiana en el ejido, de su historia muy relacionada con “la línea” fronteriza y con la tierra, de la migración, del trabajo temporal en las fincas cafetaleras del Soconusco, de la siembra de maíz y papa, del pastoreo, del acarreo de leña, del trabajo comunal, de su experiencia en la política, del pequeño comercio y de la religión; así como de relatos que guardan su memoria sobre las tradiciones, las costumbres, los cuentos y los casos legendarios contados por sus abuelos generación tras generación. 


Los ancianos y adultos son quienes todavía, con cierta nostalgia, recuerdan pasajes nebulosos que vivieron con sus abuelos, de cómo experimentaron la incertidumbre provocada por los derechos de propiedad sobre las tierras al trazarse la línea fronteriza, allá por el año de 1882. Se decía que eran legítimamente dueños de las tierras, pero ante el gobierno mexicano no lo eran. Entonces, se organizaron y enviaron una representación a la ciudad de México para que les fueran entregadas sus tierras. En la década de los veinte del siglo pasado lograron constituirse bajo el sistema ejidal con derechos de posesión de las tierras cultivables en la sierra y, en 1939, en la región del Soconusco. 


En ese entonces eran unas cuantas familias. Con el tiempo llegaron familias procedentes de Guatemala que escapaban del trabajo forzoso y del reclutamiento militar obligatorio; algunos habían huido de la erupción del volcán Santa María en 1902, cuando resultaron afectadas sus cosechas de maíz y murieron sus animales. Esto provocó una verdadera hambruna generalizada en sus comunidades, por lo que buscaron refugio en Chiapas.

 También narran cómo emigraban a las plantaciones cafetaleras del Soconusco para trabajar en las fincas mediante el sistema de enganche. Muchos padecieron enfermedades, como la oncocercosis o “mal morado”, la fiebre tifoidea, la tuberculosis, el paludismo y otras propias de las zonas cafetaleras. 


Unas veces se curaban con la quinina que los alemanes habían cultivado en la región, otras con las medicinas que el curandero les suministraba y con las limpias del ajq’iij o chimán (palabra con que los mames de hoy llaman a los ajq’iij y la traducen como “brujo”). Tanto en el Soconusco como en la sierra se habla del cadejo que tiene forma de perro. Se cree que son los chimanes quienes tienen el poder de convertirse en animal para espantar a sus contrarios. También le llaman colelón.


SERVICIOS 


Los servicios básicos —energía eléctrica, agua potable, drenaje, correo, telégrafo, áreas deportivas, educación media y superior, centros comerciales, Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), Secretaría de Salud y Sistema Nacional para el Desarollo Integral de la Familia (DIF)— se concentran en las cabeceras regionales y en algunos municipios, como Cacahoatán, Frontera Comalapa, Tuxtla Chico y Siltepec. Mientras tanto, en la mayoría de los municipios restantes los servicios son todavía bastante precarios, a pesar de que se brinda asistencia social. 

La educación media es limitada en calidad y cantidad, lo que, aunado a la falta de recursos económicos de la mayoría de las familias, provoca un ausentismo escolar elevado y una gran deserción. Algunas comunidades mames de la sierra y de la selva se abastecen de agua de ríos, pozos y manantiales por medio de mangueras, tinajas o en garrafones a caballo. Proliferan las tiendas que venden productos comestibles “chatarra” y mercancías de origen asiático y centroamericano. 

SUELO, FLORA Y FAUNA 


En general, los tipos de suelo en las regiones son arcillosos o arcilloso-arenosos, con rocas calizas en la superficie. Debido a su abundante riqueza en flora y fauna, el Soconusco ha sido un lugar muy codiciado.

La fauna es muy diversa y variada; entre ella encontramos culebras venenosas, como la nauyaca, el cantil de agua y la cascabel, y no venenosas, como la mazacuata; se observan cocodrilos, iguanas y tortugas; conejos, tlacuaches, zorrillos, armadillos, tapires, jabalíes, gatos monteses, venados, coyotes, jaguares, leoncillos u onzas, tepezcuintles y ardillas; correcaminos, golondrinos, murciélagos, gavilanes, quetzales, faisanes, palomas, torcazas, tórtolas, cotorros, perdices, jilgueros, chachalacas, loros, codornices, tucanes, etcétera. Abundan las especies arbóreas, por ejemplo: abeto, roble, encino, guanacaste, pino, madroño, zapotillo, romerillo, cedro, caoba, ciprés, sabino, manzanilla, helecho, capa de pobre (cierta bromeliácea), madreselva, primavera, guayabo, caoba, laurel de la india, coyol, palo mulato, canelo, amate, mora, nogal, palo de brasil, guaje, huisache, mezquite, nanche, mangle, bambú y otate, entre otros.

VIVIENDA 


Los hogares de los mames están condicionados por el medio geográfico, el ambiente, la posición social y los recursos del propietario. Así, podemos ver viviendas construidas en las áreas urbanas de las cabeceras municipales divididas por el centro administrativo y comercial, los barrios aledaños y las periferias. 


Las casas del casco urbano están hechas de concreto con sus respectivas divisiones: cocina, dormitorios, sala, ba- ño, patio y garaje. Si son de clima caliente cuentan con ventiladores. En los barrios y la periferia observamos viviendas acordes al ambiente; en la costa las levantan con paredes de tabla, carrizo o tabique; los techos son de teja de barro y lámina galvanizada. Algunos hogares tienen el baño separado, cerca de algún lavadero con pileta o bidón. 


En los ejidos y rancherías las casas también varían según los recursos con que se cuenta, pero la mayoría se construyen con paredes de tabla, carrizo o bajareque; los techos son de lámina galvanizada, teja de barro, hojas de plátano y de guano. En general, las viviendas no cuentan con servicios de agua entubada ni drenaje, por lo que se construyen letrinas a unos siete metros de las casas y se acarrea agua a los bidones para el baño y el lavado de la ropa. 

Casi todas estas construcciones son de dos aguas, con dos o más piezas separadas: cocina y dormitorio. En lugares de clima templado hay cocinas con estufa de gas y de leña. Algunos mames emigrados de Guatemala han hecho su temascal con lodo, madera y ramas de árboles en terrenos cafetaleros que les renta el ejidatario. 


La gente con más recursos dispone de puertas, ventanas, tapancos y muebles de madera de cedro o caoba. Las habitaciones en los ejidos y rancherías de la sierra están hechas con paredes de bajareque, tabla, block y morillo. Los techos son de lámina galvanizada, tejamanil o concreto. El piso puede ser de cemento o tierra apisonada. En los lugares próximos a la frontera se observan algunas chozas con paredes de adobe y techos de zacate sostenidos con estructuras de madera de pino.


 La vivienda en su conjunto se integra con casa habitación, establo de animales, troje, lavaderos y patio; a su alrededor se ubican los sembradíos de maíz y frijol. Las viviendas son caseríos dispersos agrupados bajo la denominación de ejidos con sus respectivos barrios. Los utensilios de cocina son ollas, sartenes y jarros de peltre y de aluminio, aunque todavía encontramos algunos de barro y de madera en cocinas de la región. 


Los canastos, tinajas, cubetas, tinas, coladeras, peines, cepillos, lazos y mecapales, entre otros, son de plástico, hechos en Centroamérica o China, que los comerciantes pasan a ofrecer. Los mames que habitan en Las Margaritas y en la selva en Maravilla Tenejapa construyen casas con paredes de madera y techo de lámina galvanizada, piso de cemento o de tierra apisonada. Muchas familias mames cuentan ahora con un molino de nixtamal adaptado con motor, dos bandejas de lámina, una faja para mover las piezas y un conector eléctrico. Estas máquinas se fabrican en Puebla y se distribuyen en Tapachula, Motozintla y Comitán.


DESARROLLO Y DIVERSIDAD ORGANIZACIÓN SOCIAL 


Si bien el grueso de la población mam vive en barrios, colonias y rancherías dispersas de la sierra, podríamos decir que el barrio es la unidad político-administrativa más importante. Alrededor de él se organizan las familias nucleares y extensas de cada uno de los ejidos que componen el gobierno municipal en la región. Estos barrios se identifican según las relaciones internas de parentesco, que se establecen tanto por filiación consanguínea como por afinidad. 


Se distinguen a través de la línea paterna apellidos como Morales, González, Velásquez, De León, Roblero, Roblado y Pérez, entre otros. Es destacable el hecho de que los mames de hoy prácticamente han roto con la endogamia, el matrimonio consuetudinario y la patrilocalidad. Hoy sólo se conservan en algunos barrios aislados de la sierra, como el caso de Pavencul, localizado al norte de Tapachula, donde todavía se practica la unión libre, el rapto y la herencia patrilineal. 





El poder político en estos lugares se rige de acuerdo con la edad, el prestigio y el liderazgo de la persona; es decir, el hecho de pertenecer a una determinada agrupación política no significa garantía del ejercicio del poder, éste más bien se otorga por la pertenencia a la comunidad y al parentesco, contrariamente a lo que sucede en las cabeceras municipales, donde el partido polí- tico impone a su candidato y el pueblo vota. De esta manera, en algunos casos, el alcalde municipal designa en los ejidos a su agente municipal y juez auxiliar. 


Sin embargo, las autoridades más importantes en un ejido son los miembros que conforman el comisariado ejidal, quienes sin excepción son elegidos por la asamblea general, que es el máximo órgano de decisión. En algunos pueblos, como El Porvenir, las autoridades se elegían, hasta hace poco, por medio del sistema de cargos. En esos lugares existía un consejo de ancianos organizado en mayordomías o cofradías en torno al santo patrono del pueblo. Este grupo era el encargado de elegir a las autoridades locales de acuerdo con el perfil del candidato. 





En la elección intervenía el ajq’iij, sacerdote mam, no sólo para dar el visto bueno de los atributos de la persona elegida, sino para realizar las ceremonias de entrega de vara.
La elección de quien debía fungir como representante de la autoridad se llevaba a cabo con absoluta discreción y bajo estricto hermetismo. 

La madrugada del día en que  se revelaba la identidad de las nuevas autoridades, un mensajero colocaba en la puerta de cada uno de los elegidos un ramo de hojas de pino y ciprés como señal de su nombramiento. A eso de las ocho de la mañana, el pregonero rondaba en compañía de un chirimillero y un tamborero anunciando el día, el lugar y la hora de concentración de los elegidos, pues todos debían recibir las instrucciones de los mayordomos denominados iqal tk’u’j tnam, literalmente “cargadores del e


Tanto las autoridades salientes como las entrantes se sometían a un proceso ritual con ceremonias religiosas a cargo del ajq’iij, que realizaba limpias y encabezaba peregrinaciones a los lugares sagrados alrededor del pueblo: altares y ríos. Durante este proceso los elegidos debían cumplir rigurosas normas de comportamiento, como la abstinencia sexual, los ayunos y el rezo intenso.

 Es posible afirmar que los mames se organizan en torno a la familia, ya que se establecen alianzas matrimoniales entre los barrios del ejido. 


Para ellos la tierra, la agricultura y la organización ejidal son muy importantes, así como los significados simbólicos que representan el entorno natural en la reproducción social. Dichas relaciones las determinan el sexo y la edad, así como la capacidad de cada individuo. 



TIERRA Y TRABAJO 


La tenencia de la tierra en la zona mam es ejidal y privada. La primera modalidad predomina entre la mayoría de indí- genas mames, mientras que la segunda prevalece respecto a las fincas cafetaleras. Si bien la mayoría de posesionarios de tierras se dedica al trabajo agrícola y utiliza instrumentos apropiados al medio, como el uso del azadón, el machete, la coa, el bieldo, las palas de madera, los canastos o chiquihuites, las cajas de madera para transportar el abono orgá- nico, las semillas y la cosecha, en zonas con superficie plana se usa maquinaria agrícola.


El trabajo agrícola es competencia del sexo masculino, pues los varones se encargan de todo el proceso, desde la tumba, roza y quema, pasando por el arado, la siembra, la resiembra, la limpia y el calzado, hasta la tapisca y el almacenamiento del grano. En la costa se realizan dos cosechas al año. En el proceso de siembra del maíz hay un espacio para las mujeres, quienes participan en el abonado de la siembra, en la tapisca y en el desgrane de mazorcas.


 En la cafeticultura las mujeres colaboran en el trasplante de los cafetos y la tapisca. En caso de viudez o que el marido las haya abandonado, las mujeres asumen todo el proceso de trabajo o recurren al apoyo de parientes varones, incluso ni- ños. Es común que la pareja de cónyuges emigren junto a sus hijos mayores por un tiempo largo a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades económicas. 



Eso sí, la división sexual del trabajo otorga de manera consuetudinaria el oficio doméstico exclusivamente a las mujeres. Desde luego, existen otros oficios entre los hombres: carpintería, albañilería, peluquería y sastrería, así como el cuidado de animales, entre ellos los caballos de carga y las vacas lecheras. Las mujeres se dedican al pastoreo de ovejas, a la venta de comida, al cuidado de animales domésticos, como aves de corral (pollos, patos y guajolotes), porcinos, borregos y cabras; algunas se dedican al pequeño comercio de hierbas comestibles o medicinales, otras a la venta de refrescos, jabón, azúcar, sal, velas, cigarros, comida chatarra, etcétera. 

El ejido destina una extensión de tierra para uso y disfrute de quienes lo componen, es un área denominada comunal porque en ella, previa autorización de la asamblea general, todos contribuyen para trabajarla.


Hay manifestaciones de inconformidad en torno a esta cooperación debido al excesivo tiempo invertido en juntas, turnos y faenas. La cesión de derechos es patrilineal y corresponde al primogénito masculino. En ausencia de éste, la asamblea determina la heredad, que puede recaer en una mujer viuda o en una hija única. El trabajo recíproco es aceptado, al igual que el trueque en especie. Hay mucho cuidado de no abandonar la parcela para evitar perder los derechos. El agente municipal y el comisariado ejidal vigilan el buen funcionamiento de la comunidad en barrios y colonias, y comparten la responsabilidad con los jueces rurales. 



COSMOGONÍA Y RELIGIÓN


 La concepción cosmológica de los mames está muy relacionada con la de los demás grupos mayas, principalmente con la maya quiché plasmada en el Popol Vuh, donde se describe cómo los dioses crearon al mundo y al hombre. Los mames creen que el mundo tiene un horizonte plano de cuatro lados cubierto por un cielo donde reside Qman, “nuestro padre”, en tanto que las cuevas son ventanas de entrada al lugar donde habitan seres que tienen vida eterna, como los dueños de los cerros. 

Afirman que el hombre mam fue creado tres veces. Primero los formadores engendraron a hombres antropófagos de sus propios hijos. Cuando estos niños llegaban a la edad en que la mollera se les cerraba, eran degollados, cocidos y comidos. Dejaban un varón y una hembra para prolongar la descendencia. Esta generación desapareció mediante un diluvio cuando el mar se les vino encima. 


La segunda creación fue la de los hombres sabios, como el ajq’iij, el ajk’a, el tajaw watl, “dueño del sueño”, y el tajaw yab’il, “dueño de las enfermedades”. Entonces se inició la cuenta de los días, los meses y los años. Se empezó a registrar el nacimiento y a descubrir su nagual. Los cerros fueron designados como lugares de oración; los puntos cardinales, como lugares de bendición y protección de los hijos. 

Sin embargo, una disputa por el liderazgo entre el ajq’iij y el ajk’a desató el conflicto. Tanto uno como otro pretendieron desafiar la sabiduría del creador. Incluso subían sobre el qi’nqa’n, “arco iris”, para espiar al formador. Llegaron a predecir su destrucción. “Vendrán días aciagos”, dijeron. Elaboraron grandes ollas para poder introducirse en ellas y ocultarse debajo de la tierra, pero la trementina con fuego los alcanzó y todos perecieron. 




Esta catástrofe provocó el cambio de la faz de la Tierra y se formaron las hondonadas, las barrancas y los cerros, así como las zonas pantanosas y anegadizas de la actualidad. La tercera generación de mames fue resultado de que los dioses salvaron a una hembra y un varón del diluvio que los formadores provocaron para lavar la Tierra del fuego con trementina que había caído. Los integrantes de esa pareja son los abuelos fundadores supervivientes de aquella lluvia torrencial. 

A los ajq’iij y ajk’a que vinieron después se les redujo la sabiduría, lo mismo a los dueños de la enfermedad, del sueño y del kamik, “tragedia”. Por esta razón, para los mames de hoy, aun cuando son ya creencias registradas en la memoria colectiva, la tierra, los cerros, las piedras, las barrancas, los ríos y las lagunas son lugares sagrados de adoración al creador; son los puntos de contacto del hombre con la naturaleza y el cosmos. 

Los rituales del ciclo de vida, del ciclo agrícola y los dedicados a los santos patronos y las festividades cívicas, forman un todo en la vida del hombre mam. Aparte de este sistema de creencias cosmológicas de los mames, se comparten también creencias propias del cristianismo. 

De tal suerte que entre ellos coexisten tendencias religiosas católicas: tradicionalistas, carismáticos, teología de la liberación y teología india. Paralelamente, conviven creencias de las agrupaciones llamadas evangélicas, como las inclinadas al protestantismo histórico, las iglesias pentecostales, los movimientos milenaristas y las iglesias protestantes marginales. 




Entre ellas, las que cuentan con más feligreses son la bautista, la presbiteriana, la metodista y la congregacional; aunque con menos adeptos, también hay presencia de la asamblea de Dios, la luz del mundo, iglesia de la fe en Cristo Jesús y misiones evangélicas. También están la iglesia Shadai, el candelero de oro, la iglesia del verbo, los advenstistas del séptimo día, los mormones y los testigos de Jehová. Hay ecumenismo entre algunas tendencias católicas con las iglesias protestantes históricas. Entre las iglesias pentecostales chiapanecas y guatemaltecas se dan intercambios religiosos. 



FIESTAS


Los mames organizan reuniones familiares ligadas con los ciclos de vida humana y agrícola y festividades comunitarias del ciclo agrícola, así como otras dedicadas a algún santo patrono y a conmemoraciones cívicas. Antes, en los nacimientos se hacían fiestas familiares con ceremonias religiosas; en ellas participaban el sacerdote mam, la comadrona, los padres del niño y demás integrantes de la familia e invitados de la comunidad. La fiesta se iniciaba con el corte, quema y siembra del ombligo del recién nacido. 

Luego se sembraba la cruz de ocote del festejado. El ajq’iij desempeñaba un papel fundamental en el proceso pues, apoyado en el calendario ritual mam (260 días) y mediante la manipulación de los colorines, identificaba las fuerzas cósmicas que acompañarían al recién nacido a lo largo de su vida, así como el oficio para el cual se encontraba mejor capacitado. Otra fiesta es la destinada al tránsito hacia la vida adulta del individuo: crecimiento de la manzana de Adán y cambio de voz en el varón; crecimiento de los senos y primera menstruación en las mujeres. 

Luego vienen las fiestas del matrimonio y de la muerte. Las ceremonias al ciclo agrícola se inician en los meses de abril y mayo con la petición de lluvias en los lugares sagrados de las comunidades, que pueden ser montañas, lagunas o ríos. 

Enseguida, durante la siembra de maíz, se realiza una gran comida ceremonial propiciatoria de abundancia para la siguiente cosecha. Después continúa la fiesta familiar del corte de las primeras hojas de la milpa, que servirán para envolver tamales entre junio y julio, con suficiente comida para los parientes y vecinos convidados. En diciembre se da la fiesta de la cosecha de maíz y de agradecimiento a las lluvias que se fueron. Hay comunidades que realizan las fiestas de manera familiar o colectiva con ceremonias religiosas, danza, música, comida y bebida, como las que se llevan a cabo con las mazorcas cuachas o dobles, ya referidas antes. 




Las fiestas patronales dedicadas a los santos católicos se han convertido en ferias mercantiles regionales, como la de Motozintla, dedicada a San Francisco de Asís, en la primera semana de marzo; a San José, en Tapachula, el 19 de marzo, y a la Virgen del Tránsito, en Tacaná, la primera semana de febrero. 

El primer viernes de Cuaresma se dedica al Cristo de las Tres Caídas, en El Porvenir y en Tecún Humán, y el 16 de septiembre a San Nicolás, en Amatenango de la Frontera. En Mazapa de Madero se festeja en noviembre a San Martín Caballero, y el 8 de diciembre a la Virgen Inmaculada de la Concepción. En Tuzantán y en la Piedra de Huixtla, como en la mayor parte del territorio mexicano, se celebra el 3 de mayo como el día de la Santa Cruz; a San Miguel Arcángel se le dedica el 29 de septiembre; las Santas Ánimas y el Día de Muertos se celebran del 1 al 3 de noviembre; el Señor de Esquipulas, el 15 de enero, y el 12 de diciembre, la Virgen de Guadalupe. 

No faltan las festividades de la Navidad, el Año Nuevo y la Semana Santa, cuando se rinde culto a San Simón, conocido en la región como Maximón o, en mam, Qman Xmú, “nuestro padre Simón”. Las fiestas cívicas corresponden al establecimiento de los ejidos. En el mes de abril se fundaron varios en el Soconusco, donde también se festejan en septiembre las fiestas patrias.