JUEGOS
En general, los juegos comunes entre los
mames varones son el basquetbol y el
futbol. A su vez, los niños en edad escolar
juegan de varias maneras con canicas.
Dibujan una raya en el suelo, se
alejan de ella por lo menos cinco metros
y desde ese punto los jugadores lanzan
su canica hacia la raya tratando de colocarla
sobre ella. La distancia en que quedan
las canicas de la raya indica los turnos
entre los competidores. Enseguida,
el primer turno intenta chocar su canica
con la del rival; si falla, cede su turno al
siguiente hasta que salga un ganador.
El juego de los hoyitos consiste en
abrir tres hoyos pequeños en el suelo en línea recta. Los jugadores deben
colocar sus canicas dentro de ellos. El
que no la inserte queda eliminado automáticamente.
Otro juego consiste en trazar una lí-
nea en espiral en el suelo. En el centro
se coloca un tepalcate. El jugador, con
una pierna doblada hacia atrás, arrastra
con el pie de apoyo el tepalcate hasta
sacarlo del caracol. Si el tepalcate alcanza
a tocar la línea, el jugador ya no
sigue participando.
El juego de “tipachas” consiste en
que los jugadores, mediante unos discos
de unos cinco centímetros de diámetro,
elaborados con cera de abeja y llamados
tipachas, intentan darle vuelta a la tipacha
del contrario. El que lo logra embarga
la tipacha del rival. Algunos han reinventado
el juego apostando dinero en
lugar de llevarse la tipacha del oponente.
A veces los jugadores ocultan dentro
de la tipacha objetos planos y pesados
para que sea más difícil darle la vuelta.
Inclusive creen que esconder una pata
de gavilán o águila disecada debajo de
las axilas les traerá suerte. Durante las
festividades de Semana Santa le piden
suerte a San Simón, conocido en el área
como Maximón.
Los juguetes más populares son los
yoyos y los trompos hechos de la semilla
de roble o elaborados artesanalmente
de madera en Belisario Domínguez.
También se entretienen con juguetes de
madera elaborados en forma de coches
o en forma de animales.
Las niñas participan más en juegos de
comida, a las escondidas y a uno que llaman
yax (parecido a la matatena), que
consiste en levantar pequeñas piedras
del suelo y al momento de aventar una al
aire sin dejarla caer levantan una piedra,
luego dos, tres y así sucesivamente.
RELATOS DE TRADICIÓN ORAL
Como afirmamos antes, el pueblo mam
de Chiapas goza de un amplio repertorio
de narraciones que hablan de su experiencia
de vida cotidiana en el ejido, de
su historia muy relacionada con “la línea”
fronteriza y con la tierra, de la migración,
del trabajo temporal en las fincas cafetaleras
del Soconusco, de la siembra de maíz
y papa, del pastoreo, del acarreo de leña,
del trabajo comunal, de su experiencia en
la política, del pequeño comercio y de la
religión; así como de relatos que guardan
su memoria sobre las tradiciones, las costumbres,
los cuentos y los casos legendarios contados por sus abuelos generación
tras generación.
Los ancianos y adultos son quienes
todavía, con cierta nostalgia, recuerdan
pasajes nebulosos que vivieron con sus
abuelos, de cómo experimentaron la incertidumbre
provocada por los derechos
de propiedad sobre las tierras al trazarse
la línea fronteriza, allá por el año de
1882. Se decía que eran legítimamente
dueños de las tierras, pero ante el gobierno
mexicano no lo eran. Entonces,
se organizaron y enviaron una representación
a la ciudad de México para que
les fueran entregadas sus tierras. En la
década de los veinte del siglo pasado lograron
constituirse bajo el sistema ejidal
con derechos de posesión de las tierras
cultivables en la sierra y, en 1939,
en la región del Soconusco.
En ese entonces
eran unas cuantas familias. Con
el tiempo llegaron familias procedentes
de Guatemala que escapaban del trabajo
forzoso y del reclutamiento militar
obligatorio; algunos habían huido de
la erupción del volcán Santa María en
1902, cuando resultaron afectadas sus
cosechas de maíz y murieron sus animales.
Esto provocó una verdadera hambruna
generalizada en sus comunidades,
por lo que buscaron refugio en Chiapas.
También narran cómo emigraban a
las plantaciones cafetaleras del Soconusco
para trabajar en las fincas mediante
el sistema de enganche. Muchos
padecieron enfermedades, como la oncocercosis
o “mal morado”, la fiebre tifoidea,
la tuberculosis, el paludismo
y otras propias de las zonas cafetaleras.
Unas veces se curaban con la quinina
que los alemanes habían cultivado
en la región, otras con las medicinas
que el curandero les suministraba y con
las limpias del ajq’iij o chimán (palabra
con que los mames de hoy llaman a los
ajq’iij y la traducen como “brujo”).
Tanto en el Soconusco como en la
sierra se habla del cadejo que tiene forma
de perro. Se cree que son los chimanes
quienes tienen el poder de convertirse
en animal para espantar a sus
contrarios. También le llaman colelón.
SERVICIOS
Los servicios básicos —energía eléctrica,
agua potable, drenaje, correo, telégrafo,
áreas deportivas, educación media y
superior, centros comerciales, Instituto
Mexicano del Seguro Social (IMSS), Instituto
de Seguridad y Servicios Sociales
para los Trabajadores del Estado (ISSSTE),
Secretaría de Salud y Sistema Nacional
para el Desarollo Integral de la Familia
(DIF)— se concentran en las cabeceras regionales y en algunos municipios,
como Cacahoatán, Frontera Comalapa,
Tuxtla Chico y Siltepec. Mientras tanto,
en la mayoría de los municipios restantes
los servicios son todavía bastante
precarios, a pesar de que se brinda asistencia
social.
La educación media es limitada
en calidad y cantidad, lo que, aunado
a la falta de recursos económicos
de la mayoría de las familias, provoca un
ausentismo escolar elevado y una gran
deserción.
Algunas comunidades mames de la
sierra y de la selva se abastecen de agua
de ríos, pozos y manantiales por medio
de mangueras, tinajas o en garrafones a
caballo. Proliferan las tiendas que venden
productos comestibles “chatarra” y
mercancías de origen asiático y centroamericano.
SUELO, FLORA Y FAUNA
En general, los tipos de suelo en las regiones
son arcillosos o arcilloso-arenosos,
con rocas calizas en la superficie.
Debido a su abundante riqueza en flora
y fauna, el Soconusco ha sido un lugar
muy codiciado.
La fauna es muy diversa y variada; entre
ella encontramos culebras venenosas,
como la nauyaca, el cantil de agua y la
cascabel, y no venenosas, como la mazacuata;
se observan cocodrilos, iguanas y
tortugas; conejos, tlacuaches, zorrillos,
armadillos, tapires, jabalíes, gatos monteses,
venados, coyotes, jaguares, leoncillos
u onzas, tepezcuintles y ardillas; correcaminos,
golondrinos, murciélagos, gavilanes,
quetzales, faisanes, palomas, torcazas,
tórtolas, cotorros, perdices, jilgueros,
chachalacas, loros, codornices, tucanes,
etcétera.
Abundan las especies arbóreas, por
ejemplo: abeto, roble, encino, guanacaste,
pino, madroño, zapotillo, romerillo,
cedro, caoba, ciprés, sabino, manzanilla,
helecho, capa de pobre (cierta
bromeliácea), madreselva, primavera,
guayabo, caoba, laurel de la india, coyol,
palo mulato, canelo, amate, mora,
nogal, palo de brasil, guaje, huisache,
mezquite, nanche, mangle, bambú y
otate, entre otros.
VIVIENDA
Los hogares de los mames están condicionados
por el medio geográfico, el
ambiente, la posición social y los recursos
del propietario. Así, podemos ver viviendas
construidas en las áreas urbanas
de las cabeceras municipales divididas
por el centro administrativo y comercial,
los barrios aledaños y las periferias.
Las casas del casco urbano están
hechas de concreto con sus respectivas
divisiones: cocina, dormitorios, sala, ba-
ño, patio y garaje. Si son de clima caliente
cuentan con ventiladores. En los
barrios y la periferia observamos viviendas
acordes al ambiente; en la costa las
levantan con paredes de tabla, carrizo o
tabique; los techos son de teja de barro
y lámina galvanizada. Algunos hogares
tienen el baño separado, cerca de algún
lavadero con pileta o bidón.
En los ejidos
y rancherías las casas también varían
según los recursos con que se cuenta,
pero la mayoría se construyen con
paredes de tabla, carrizo o bajareque;
los techos son de lámina galvanizada,
teja de barro, hojas de plátano y de guano.
En general, las viviendas no cuentan
con servicios de agua entubada ni drenaje,
por lo que se construyen letrinas a unos siete metros de las casas y se acarrea
agua a los bidones para el baño y el
lavado de la ropa.
Casi todas estas construcciones
son de dos aguas, con dos o
más piezas separadas: cocina y dormitorio.
En lugares de clima templado hay
cocinas con estufa de gas y de leña. Algunos
mames emigrados de Guatemala
han hecho su temascal con lodo, madera
y ramas de árboles en terrenos cafetaleros
que les renta el ejidatario.
La gente
con más recursos dispone de puertas,
ventanas, tapancos y muebles de madera
de cedro o caoba.
Las habitaciones en los ejidos y rancherías
de la sierra están hechas con
paredes de bajareque, tabla, block y
morillo. Los techos son de lámina galvanizada,
tejamanil o concreto. El piso
puede ser de cemento o tierra apisonada.
En los lugares próximos a la frontera
se observan algunas chozas con paredes
de adobe y techos de zacate sostenidos
con estructuras de madera de pino.
La vivienda en su conjunto se integra con
casa habitación, establo de animales,
troje, lavaderos y patio; a su alrededor
se ubican los sembradíos de maíz y frijol.
Las viviendas son caseríos dispersos
agrupados bajo la denominación de
ejidos con sus respectivos barrios. Los
utensilios de cocina son ollas, sartenes
y jarros de peltre y de aluminio, aunque
todavía encontramos algunos de barro y
de madera en cocinas de la región.
Los
canastos, tinajas, cubetas, tinas, coladeras,
peines, cepillos, lazos y mecapales,
entre otros, son de plástico, hechos en
Centroamérica o China, que los comerciantes
pasan a ofrecer.
Los mames que habitan en Las Margaritas
y en la selva en Maravilla Tenejapa
construyen casas con paredes de
madera y techo de lámina galvanizada,
piso de cemento o de tierra apisonada.
Muchas familias mames cuentan ahora
con un molino de nixtamal adaptado
con motor, dos bandejas de lámina, una
faja para mover las piezas y un conector
eléctrico. Estas máquinas se fabrican en Puebla y se distribuyen en Tapachula,
Motozintla y Comitán.
DESARROLLO Y DIVERSIDAD
ORGANIZACIÓN SOCIAL
Si bien el grueso de la población mam
vive en barrios, colonias y rancherías
dispersas de la sierra, podríamos decir
que el barrio es la unidad político-administrativa
más importante. Alrededor
de él se organizan las familias nucleares
y extensas de cada uno de los ejidos
que componen el gobierno municipal
en la región. Estos barrios se identifican
según las relaciones internas de parentesco,
que se establecen tanto por filiación
consanguínea como por afinidad.
Se distinguen a través de la línea paterna
apellidos como Morales, González, Velásquez, De León, Roblero, Roblado
y Pérez, entre otros. Es destacable el
hecho de que los mames de hoy prácticamente
han roto con la endogamia, el
matrimonio consuetudinario y la patrilocalidad.
Hoy sólo se conservan en algunos
barrios aislados de la sierra, como
el caso de Pavencul, localizado al norte
de Tapachula, donde todavía se practica
la unión libre, el rapto y la herencia
patrilineal.

El poder político en estos lugares
se rige de acuerdo con la edad, el
prestigio y el liderazgo de la persona; es
decir, el hecho de pertenecer a una determinada
agrupación política no significa
garantía del ejercicio del poder, éste
más bien se otorga por la pertenencia
a la comunidad y al parentesco, contrariamente
a lo que sucede en las cabeceras
municipales, donde el partido polí-
tico impone a su candidato y el pueblo
vota. De esta manera, en algunos casos,
el alcalde municipal designa en los ejidos
a su agente municipal y juez auxiliar.
Sin embargo, las autoridades más
importantes en un ejido son los miembros
que conforman el comisariado ejidal,
quienes sin excepción son elegidos
por la asamblea general, que es el máximo
órgano de decisión.
En algunos pueblos, como El Porvenir,
las autoridades se elegían, hasta hace
poco, por medio del sistema de cargos.
En esos lugares existía un consejo
de ancianos organizado en mayordomías
o cofradías en torno al santo patrono
del pueblo. Este grupo era el encargado
de elegir a las autoridades locales
de acuerdo con el perfil del candidato.

En la elección intervenía el ajq’iij, sacerdote
mam, no sólo para dar el visto
bueno de los atributos de la persona
elegida, sino para realizar las ceremonias
de entrega de vara.
La elección de
quien debía fungir como representante
de la autoridad se llevaba a cabo con
absoluta discreción y bajo estricto hermetismo.
La madrugada del día en que se revelaba la identidad de las nuevas
autoridades, un mensajero colocaba
en la puerta de cada uno de los elegidos
un ramo de hojas de pino y ciprés
como señal de su nombramiento. A eso
de las ocho de la mañana, el pregonero
rondaba en compañía de un chirimillero
y un tamborero anunciando el día, el
lugar y la hora de concentración de los
elegidos, pues todos debían recibir las
instrucciones de los mayordomos denominados
iqal tk’u’j tnam, literalmente
“cargadores del e
Tanto las autoridades
salientes como las entrantes se
sometían a un proceso ritual con ceremonias
religiosas a cargo del ajq’iij, que
realizaba limpias y encabezaba peregrinaciones
a los lugares sagrados alrededor
del pueblo: altares y ríos. Durante
este proceso los elegidos debían cumplir
rigurosas normas de comportamiento,
como la abstinencia sexual, los ayunos
y el rezo intenso.
Es posible afirmar que los mames se
organizan en torno a la familia, ya que
se establecen alianzas matrimoniales entre
los barrios del ejido.
Para ellos la tierra,
la agricultura y la organización ejidal
son muy importantes, así como los
significados simbólicos que representan
el entorno natural en la reproducción
social. Dichas relaciones las determinan
el sexo y la edad, así como la capacidad
de cada individuo.
TIERRA Y TRABAJO
La tenencia de la tierra en la zona mam
es ejidal y privada. La primera modalidad
predomina entre la mayoría de indí-
genas mames, mientras que la segunda
prevalece respecto a las fincas cafetaleras.
Si bien la mayoría de posesionarios
de tierras se dedica al trabajo agrícola y
utiliza instrumentos apropiados al medio,
como el uso del azadón, el machete,
la coa, el bieldo, las palas de madera,
los canastos o chiquihuites, las cajas de
madera para transportar el abono orgá-
nico, las semillas y la cosecha, en zonas
con superficie plana se usa maquinaria
agrícola.
El trabajo agrícola es competencia
del sexo masculino, pues los varones
se encargan de todo el proceso,
desde la tumba, roza y quema, pasando
por el arado, la siembra, la resiembra, la
limpia y el calzado, hasta la tapisca y el
almacenamiento del grano. En la costa se realizan
dos cosechas al año. En el proceso
de siembra del maíz hay un espacio
para las mujeres, quienes participan en
el abonado de la siembra, en la tapisca
y en el desgrane de mazorcas.
En la cafeticultura
las mujeres colaboran en el
trasplante de los cafetos y la tapisca. En
caso de viudez o que el marido las haya
abandonado, las mujeres asumen todo
el proceso de trabajo o recurren al
apoyo de parientes varones, incluso ni-
ños. Es común que la pareja de cónyuges
emigren junto a sus hijos mayores
por un tiempo largo a Estados Unidos
en busca de mejores oportunidades económicas.

Eso sí, la división sexual del
trabajo otorga de manera consuetudinaria
el oficio doméstico exclusivamente a
las mujeres.
Desde luego, existen otros oficios entre
los hombres: carpintería, albañilería,
peluquería y sastrería, así como el cuidado
de animales, entre ellos los caballos
de carga y las vacas lecheras. Las mujeres
se dedican al pastoreo de ovejas, a la
venta de comida, al cuidado de animales
domésticos, como aves de corral (pollos,
patos y guajolotes), porcinos, borregos y
cabras; algunas se dedican al pequeño
comercio de hierbas comestibles o medicinales,
otras a la venta de refrescos,
jabón, azúcar, sal, velas, cigarros, comida
chatarra, etcétera.
El ejido destina una extensión de tierra
para uso y disfrute de quienes lo componen,
es un área denominada comunal
porque en ella, previa autorización de
la asamblea general, todos contribuyen
para trabajarla.
Hay manifestaciones de
inconformidad en torno a esta cooperación
debido al excesivo tiempo invertido
en juntas, turnos y faenas. La cesión de
derechos es patrilineal y corresponde al
primogénito masculino. En ausencia de
éste, la asamblea determina la heredad,
que puede recaer en una mujer viuda
o en una hija única. El trabajo recíproco
es aceptado, al igual que el trueque
en especie. Hay mucho cuidado de no abandonar la parcela para evitar perder
los derechos. El agente municipal y el
comisariado ejidal vigilan el buen funcionamiento
de la comunidad en barrios
y colonias, y comparten la responsabilidad
con los jueces rurales.
COSMOGONÍA Y RELIGIÓN
La concepción cosmológica de los mames
está muy relacionada con la de
los demás grupos mayas, principalmente
con la maya quiché plasmada en el
Popol Vuh, donde se describe cómo los
dioses crearon al mundo y al hombre.
Los mames creen que el mundo tiene
un horizonte plano de cuatro lados cubierto
por un cielo donde reside Qman,
“nuestro padre”, en tanto que las cuevas
son ventanas de entrada al lugar donde
habitan seres que tienen vida eterna,
como los dueños de los cerros.
Afirman
que el hombre mam fue creado tres veces.
Primero los formadores engendraron
a hombres antropófagos de sus propios
hijos. Cuando estos niños llegaban
a la edad en que la mollera se les cerraba,
eran degollados, cocidos y comidos.
Dejaban un varón y una hembra para
prolongar la descendencia. Esta generación
desapareció mediante un diluvio
cuando el mar se les vino encima.
La segunda creación fue la de los
hombres sabios, como el ajq’iij, el ajk’a,
el tajaw watl, “dueño del sueño”, y el tajaw
yab’il, “dueño de las enfermedades”.
Entonces se inició la cuenta de los días,
los meses y los años. Se empezó a registrar
el nacimiento y a descubrir su nagual.
Los cerros fueron designados como
lugares de oración; los puntos cardinales,
como lugares de bendición y protección
de los hijos.
Sin embargo, una disputa
por el liderazgo entre el ajq’iij y el
ajk’a desató el conflicto. Tanto uno como
otro pretendieron desafiar la sabiduría
del creador. Incluso subían sobre el
qi’nqa’n, “arco iris”, para espiar al formador.
Llegaron a predecir su destrucción.
“Vendrán días aciagos”, dijeron. Elaboraron
grandes ollas para poder introducirse
en ellas y ocultarse debajo de la tierra,
pero la trementina con fuego los alcanzó
y todos perecieron.
Esta catástrofe provocó
el cambio de la faz de la Tierra y se
formaron las hondonadas, las barrancas
y los cerros, así como las zonas pantanosas
y anegadizas de la actualidad.
La tercera generación de mames fue
resultado de que los dioses salvaron a una hembra y un varón del diluvio que
los formadores provocaron para lavar la
Tierra del fuego con trementina que había
caído. Los integrantes de esa pareja
son los abuelos fundadores supervivientes
de aquella lluvia torrencial.
A los
ajq’iij y ajk’a que vinieron después se
les redujo la sabiduría, lo mismo a los
dueños de la enfermedad, del sueño y
del kamik, “tragedia”.
Por esta razón, para los mames de
hoy, aun cuando son ya creencias registradas
en la memoria colectiva, la tierra,
los cerros, las piedras, las barrancas, los
ríos y las lagunas son lugares sagrados de
adoración al creador; son los puntos de
contacto del hombre con la naturaleza y
el cosmos.
Los rituales del ciclo de vida,
del ciclo agrícola y los dedicados a los
santos patronos y las festividades cívicas,
forman un todo en la vida del hombre
mam.
Aparte de este sistema de creencias
cosmológicas de los mames, se comparten también creencias propias
del cristianismo.
De tal suerte que entre
ellos coexisten tendencias religiosas
católicas: tradicionalistas, carismáticos,
teología de la liberación y teología india.
Paralelamente, conviven creencias
de las agrupaciones llamadas evangélicas,
como las inclinadas al protestantismo
histórico, las iglesias pentecostales,
los movimientos milenaristas y las
iglesias protestantes marginales.
Entre
ellas, las que cuentan con más feligreses
son la bautista, la presbiteriana, la
metodista y la congregacional; aunque
con menos adeptos, también hay presencia
de la asamblea de Dios, la luz
del mundo, iglesia de la fe en Cristo Jesús
y misiones evangélicas. También
están la iglesia Shadai, el candelero de
oro, la iglesia del verbo, los advenstistas
del séptimo día, los mormones y
los testigos de Jehová. Hay ecumenismo
entre algunas tendencias católicas
con las iglesias protestantes históricas.
Entre las iglesias pentecostales chiapanecas
y guatemaltecas se dan intercambios
religiosos.
FIESTAS
Los mames organizan reuniones familiares
ligadas con los ciclos de vida humana
y agrícola y festividades comunitarias
del ciclo agrícola, así como otras dedicadas
a algún santo patrono y a conmemoraciones
cívicas.
Antes, en los nacimientos se hacían
fiestas familiares con ceremonias religiosas;
en ellas participaban el sacerdote
mam, la comadrona, los padres del
niño y demás integrantes de la familia e
invitados de la comunidad. La fiesta se
iniciaba con el corte, quema y siembra
del ombligo del recién nacido.
Luego se
sembraba la cruz de ocote del festejado.
El ajq’iij desempeñaba un papel fundamental
en el proceso pues, apoyado en
el calendario ritual mam (260 días) y
mediante la manipulación de los colorines,
identificaba las fuerzas cósmicas
que acompañarían al recién nacido a lo
largo de su vida, así como el oficio para
el cual se encontraba mejor capacitado.
Otra fiesta es la destinada al tránsito
hacia la vida adulta del individuo:
crecimiento de la manzana de Adán y cambio de voz en el varón; crecimiento
de los senos y primera menstruación en
las mujeres.
Luego vienen las fiestas del
matrimonio y de la muerte.
Las ceremonias al ciclo agrícola se
inician en los meses de abril y mayo con
la petición de lluvias en los lugares sagrados
de las comunidades, que pueden
ser montañas, lagunas o ríos.
Enseguida,
durante la siembra de maíz, se realiza
una gran comida ceremonial propiciatoria
de abundancia para la siguiente cosecha.
Después continúa la fiesta familiar
del corte de las primeras hojas de la
milpa, que servirán para envolver tamales
entre junio y julio, con suficiente comida
para los parientes y vecinos convidados.
En diciembre se da la fiesta de la
cosecha de maíz y de agradecimiento a
las lluvias que se fueron. Hay comunidades
que realizan las fiestas de manera
familiar o colectiva con ceremonias religiosas,
danza, música, comida y bebida,
como las que se llevan a cabo con
las mazorcas cuachas o dobles, ya referidas
antes.
Las fiestas patronales dedicadas a los
santos católicos se han convertido en ferias
mercantiles regionales, como la de
Motozintla, dedicada a San Francisco
de Asís, en la primera semana de marzo;
a San José, en Tapachula, el 19 de
marzo, y a la Virgen del Tránsito, en Tacaná,
la primera semana de febrero.
El
primer viernes de Cuaresma se dedica al
Cristo de las Tres Caídas, en El Porvenir
y en Tecún Humán, y el 16 de septiembre
a San Nicolás, en Amatenango de la
Frontera. En Mazapa de Madero se festeja
en noviembre a San Martín Caballero,
y el 8 de diciembre a la Virgen Inmaculada
de la Concepción. En Tuzantán
y en la Piedra de Huixtla, como en la
mayor parte del territorio mexicano, se
celebra el 3 de mayo como el día de la
Santa Cruz; a San Miguel Arcángel se
le dedica el 29 de septiembre; las Santas
Ánimas y el Día de Muertos se celebran
del 1 al 3 de noviembre; el Señor
de Esquipulas, el 15 de enero, y el 12
de diciembre, la Virgen de Guadalupe.
No faltan las festividades de la Navidad,
el Año Nuevo y la Semana Santa, cuando
se rinde culto a San Simón, conocido
en la región como Maximón o, en mam,
Qman Xmú, “nuestro padre Simón”.
Las fiestas cívicas corresponden al
establecimiento de los ejidos. En el mes
de abril se fundaron varios en el Soconusco, donde también se festejan en
septiembre las fiestas patrias.
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